EL CEREBRO INCONSCIENTE, EL COMPORTAMIENTO Y LA INTERACCIÓN SOCIAL


EL CONSCIENTE Y EL INCONSCIENTE


EL CEREBRO: El cerebro humano es el  piso más elevado en la jerarquía funcional del sistema nervioso central. Es una masa blanca y gris compuesta de mil millones de células nerviosas. Es el centro de control de todo el cuerpo. El nos permite movernos, pensar, aprender, acordarnos de hechos y percibir cualquier cosa.
La información se transporta entre el cerebro, el cuerpo y el exterior por una enorme red de nervios similares a hilos eléctricos.

Las células del cerebro almacenan y memorizan las informaciones como una computadora, un cierto número de células mueren cada día, razón por las cual los Seniors tienen, por ejemplo, mucho mal a acordarse de acontecimientos recientes.
El cerebro se divide en dos partes que forman un conjunto indisociable ya que funcionan el uno con el otro. también tiene un cuerpo calloso que se encuentra entre los dos hemisferios que sirve para filtrar y transmitir los mensajes.

Cada hemisferio tiene una especificación.


EL HEMISFERIO IZQUIERDO: Se encarga de traducir toda percepción de la realidad en representaciones lógicas, semánticas y fonéticas, se comunica con el exterior sobre la base de esta codificación lógica y analítica, además; racionaliza las percepciones sensorias y las adapta a la lengua verbal y conceptual del mundo que nos rodea.
EL HEMISFERIO DERECHO: Tiene la capacidad de definir un todo a partir de un elemento: configuraciones, estructuras complejas a partir del uso de la imaginación y de la creatividad; el sintetiza y designa una visión global. Él es la inteligencia emocional expresándose en lenguaje  verbal y no verbal.


Nosotros tenemos la facultad de pasar del consciente al inconsciente, eso se inscribe en el funcionamiento de nuestro cerebro. Todos los aprendizajes se efectúan en el inconsciente y frecuentemente  sin nuestro conocimiento.
Desde el momento en que nos despertamos, nuestra cabeza se pone en marcha y no dejamos ni un instante de pensar en todo tipo de cosas, ya sean importantes o pequeñeces; nos levantamos de la cama y ponemos el piloto automático mientras empezamos con la rutina de todas las mañanas sin detenernos a pensar cómo se prepara el café, como nos vestimos o nos cepillamos los dientes. El encargado de llevar a cabo estas tareas rutinarias es el inconsciente, mientras que la parte consciente está ocupada pensando dónde se dejaron las llaves del coche o si llegará tarde al trabajo.
Nuestros procesos mentales son una combinación entre los procesos conscientes y los inconscientes, interactuando de un modo dinámico. La parte inconsciente gestiona el 90% de lo que hacemos sin molestar a la parte consciente, sin prestar atención. Esta se activa para los estímulos nuevos o importantes ya que es imposible procesar todo lo que sucede a nuestro alrededor.

EL CONSCIENTE: Asume todo lo que es racional; lógico, analítico, abstracto y verbal. Es utilizado para todas las tareas diarias.
Él le permite tomar decisiones, de reflexionar, elegir sus actividades o sus actos, de hacer comparaciones o suposiciones, razonar, analizar y de hacer la síntesis. La palabra consciente tiene aquí un significado literal en el sentido donde usted es consciente de utilizar su espíritu para hacer algo.
Los procesos conscientes consumen la mayor parte de la energía que este utiliza. De este modo, se podría decir que el inconsciente es un filtro que selecciona la información relevante para que la procese el consciente, y obvia lo irrelevante.
La estructura encargada de decidir qué es lo bastante nuevo e importante para compartir con nosotros es el tálamo. Este filtro permite que no nos saturemos con toda la cantidad de información que hay a nuestro alrededor y nos ayuda a adaptarnos a nuestro entorno. Dado que es imposible que podamos estar atentos a todo lo que percibimos, nuestro cerebro bloquea el tacto de nuestro reloj o de un collar y ni siquiera sentimos que lo llevamos puesto.
Se calcula que el inconsciente es capaz de absorber simultáneamente 11 millones de unidades de información mientras que conscientemente percibimos un máximo de 40 unidades; esto se traduce en que el primero procesa 200.000 veces más datos, lo que se debe a que la parte consciente de nuestro cerebro se limita únicamente al córtex cerebral, el área más superficial con aproximadamente un milímetro de espesor.



EL INCONSCIENTE: Se encuentra en la parte inferior del límite máximo de la conciencia, es una especie de piloto automático; es la parte del cerebro que engloba todo lo que es inconsciente y espontaneo; él es la fuente del instinto de supervivencia y la intuición, es utilizado sin darnos cuenta.
El inconsciente es el que se encarga de funciones en el momento actual mientras nuestra mente está divagando por el pasado o futuro. Se podría decir que nos protege del entorno en el presente y, si aparece un peligro, se encarga de focalizar la atención en este para poder reaccionar ante él.
Ante un peligro, si nuestra reacción fuera consciente usaríamos nuestro razonamiento, lo cual implicaría una mayor flexibilidad ante la situación; sin embargo, provocaría un retraso a la hora de actuar. Vivimos en el pasado, todo lo que experimentamos conscientemente ya ha sucedido aunque percibamos que lo estamos viviendo sin retraso ya que la información visual tarda al menos un tercio de segundo en ser procesada.
Este periodo de tiempo puede tener graves consecuencias a la hora de reaccionar ante un accidente de tráfico, por ejemplo. De todas maneras, ante una situación de riesgo, la primera reacción que tenemos es inconsciente: cualquier estímulo visual tarda 50 milisegundos en llegar al tálamo. Si lo percibido se categoriza como un peligro, este envía simultáneamente la información al córtex visual y a la amígdala, que es la encargada de disparar la señal de alarma y, en tan solo 150 milisegundos, nos ponemos en acción sin saber por qué. A partir de este momento, se empiezan a procesar y analizar los colores, siluetas y contrastes y se recomponen los fragmentos en una imagen significativa y consciente.
El espíritu Inconsciente guarda en memoria los conocimientos, los aprendizajes, las competencias, los recuerdos, incluso recuerdos que ya no tenemos presente. Este inconsciente es dinámico e influye constantemente en el comportamiento y la experiencia, el no razona, y está a las órdenes de su consciente.



CÓMO EL CEREBRO INCONSCIENTE AFECTA Y REGULA DIVERSOS COMPORTAMIENTOS HUMANOS PRESENTES EN LA INTERACCIÓN SOCIAL.
Nuestro organismo, como el de todos los animales, incluye una gran cantidad de conducta refleja y automática, controlada por el cerebro, de la que apenas nos percatamos. No obstante, nadie debería imaginar esa actividad inconsciente como un algo interior e independiente que controla misteriosamente nuestro comportamiento.
Si todo lo que hacemos habitualmente lo tuviésemos que hacer conscientemente, es decir, pensando en ello y decidiéndolo voluntariamente, es posible que fuésemos un desastre, pues continuamente cometeríamos errores y equivocaciones.
Casi todo lo que hace el cerebro lo hace también de ese modo, como un automatismo inconsciente. Nuestro organismo, como el de todos los animales, incluye una gran cantidad de conducta refleja y automática, controlada por el cerebro, de la que apenas nos percatamos. No obstante, nadie debería imaginar esa actividad inconsciente como un algo interior e independiente que controla misteriosamente nuestra conducta.
El cerebro humano, además de crear y controlar los procesos mentales y el comportamiento, se encarga también de controlar y regular el funcionamiento del cuerpo. Durante 24 horas al día, 365 días al año y durante toda la vida el cerebro se comporta como una audiencia cautiva de todo lo que pasa en el interior del organismo. Gracias al sistema nervioso autónomo y vegetativo, el cerebro controla el funcionamiento de órganos y vísceras, como el páncreas, el corazón o los riñones, lo que le permite regular funciones como las digestivas y metabólicas de manera absolutamente inconsciente, es decir, sin que nos demos cuenta de que lo hace.
Controla, de ese modo, el metabolismo energético. Así, cuando hemos comido y estamos en reposo la digestión activa su fase de absorción de nutrientes para recuperar energía, pero cuando corremos huyendo de un peligro la digestión se desactiva para derivar la energía corporal a los músculos que utilizamos para la carrera. Igualmente, cuando caminamos o corremos el cerebro regula la contracción que debe tener cada músculo en cada momento para asegurar su correcta secuencia de activación haciendo que el ejercicio sea correcto sin que perdamos el equilibrio y caigamos.
El inconsciente también tiene un importante papel a la hora de relacionarnos con los demás, más concretamente cuando conocemos a alguien por primera vez; en ese instante ya nos formamos una opinión de esta persona. Todos generalizamos, sin darnos cuenta, nuestras anteriores vivencias con los otros y nuestro cerebro es experto en clasificar los rostros y colocarlos en categorías específicas. Tan solo necesitamos 100 milisegundos de exposición a una nueva cara para juzgarla y realizar valoraciones como, por ejemplo, si esa persona es digna de confianza, competente o conflictiva; cuando se ve un rostro con los ojos juntos y la barbilla cuadrada, por lo general, se le evalúa como una persona agresiva. Aunque no tengamos la intención de juzgar, son procesos automáticos muy rápidos basados en las experiencias previas que se han registrado en el inconsciente.

Las investigaciones muestran que mientras nuestra mente consciente se ocupa de pensar en el significado de las palabras que pronuncian otras personas, nuestro inconsciente se ocupa de juzgar a nuestro interlocutor de acuerdo con otros criterios.

La gente pasa mucho tiempo hablando y pensando sobre la apariencia del sexo opuesto, pero le prestan muy poca atención a cómo suenan, para nuestra mente inconsciente, sin embargo, la voz es muy importante.
Las mujeres no se ponen de acuerdo sobre los diferentes aspectos de la atracción masculina, pero cuando se les pide que puntúen a unos hombres a los que pueden oír pero no ver, milagrosamente todas se ponen de acuerdo: los hombres de voz más grave les parecen más atractivos.

En consecuencia, tanto las mujeres como los hombres se sienten atraídos por las voces del otro sexo.
La conclusión es que nuestra voz actúa como un anuncio inconsciente de nuestra sexualidad.
Otro aspecto relevante para nuestra mente inconsciente es el que concierne al contacto físico, entendiendo éste como un ligero contacto y no un manoseo.
Por ejemplo, En un experimento en el que participaron siete camareros y varios cientos de comensales de un restaurante. A los camareros se les instruyó para que al final de cada comida, de forma casual tocasen levemente en el brazo de unos clientes seleccionados al tiempo que les preguntaban: “¿Han encontrado todo a su gusto?”. Los camareros recibieron de promedio una propina del 14´5 por ciento de las personas que no tocaron y el 17´5 por ciento de los clientes a los que tocaron.

El contacto físico es, al parecer, un instrumento tan importante para mejorar la cooperación social y la afiliación que la evolución nos ha llevado a desarrollar una ruta física especial por la que viajan de la piel al cerebro esas sensaciones inconscientes de conexión social.
Dicho de otro modo, los científicos han descubierto un tipo especial de fibra nerviosa en nuestra piel, sobre todo en la cara y en los brazos, que da la impresión de haberse desarrollado específicamente para transmitir el placer del contacto social. Estas fibras nerviosas transmiten las señales tan despacio que no pueden ser de ninguna utilidad para hacer las cosas que normalmente asociamos con el sentido del tacto. Están conectadas directamente con áreas del cerebro como la “corteza insular”, que está asociada con la emoción.



A través de nuestras relaciones sociales llegamos a conocer a un pequeño número de seres con el nivel de intimidad suficiente para descorrer la “cortina” y ver lo que hay detrás: nuestros amigos, los vecinos cercanos, tal vez el perro de la familia; Pero la cortina de la mayor parte de la gente que conocemos apenas podemos descorrerla y solemos encontrarla cerrada del todo cuando conocemos a alguien por primera vez.
Un ser humano, por naturaleza, no puede evitar percibir las emociones e intenciones de los otros. Esta capacidad viene de serie en nuestro cerebro y no hay manera de desconectarla.

Nos gusta pensar que juzgamos a las personas como individuos y a veces nos esforzamos conscientemente por evaluar a los otros sobre de sus rasgos particulares. A menudo lo logramos. Pero si no conocemos bien a una persona, nuestra mente recurre a su categoría social en busca de respuestas.
Ya hemos visto de qué modo el cerebro rellena las “lagunas” en los datos visuales, por ejemplo, contrarrestando el “punto ciego” en la retina. O también, por ejemplo, con la “memoria”, añadiendo los detalles de una escena que sólo recordamos a grandes rasgos o completando un rostro aunque nuestro cerebro sólo haya retenido sus rasgos generales.
En cada uno de estos casos nuestra mente inconsciente toma los datos incompletos, usa el contexto u otros indicios para completar la imagen y elabora conjeturas basadas en la información hasta producir un resultado que unas veces es acertado y otras no, pero siempre resulta convincente. Nuestra mente también rellena las “lagunas” cuando juzgamos a las personas y parte de los datos que usamos para hacer eso es la “categoría” a la que pertenecen esas personas.

Aunque nuestra evaluación de otra persona pueda parecernos racional y deliberada, está fuertemente influida por procesos automáticos e inconscientes, que son el tipo de procesos de regulación de las emociones que se desarrollan en la “corteza pre-frontal ventromedial” o CPVM.  De hecho se ha visto que los daños en la CPVM eliminan la asignación inconsciente de estereotipos de género. Tal como indican los especialistas, no podemos evitar absorber mentalmente las categorías definidas por la sociedad en que vivimos, pues impregnan las noticias, los programas de televisión, las películas y todos los aspectos de nuestra cultura.
Como por naturaleza nuestro cerebro “categoriza”, somos vulnerables a la propensión a actuar de acuerdo con las actitudes que esas categorías representan. No obstante, conviene recordar que la propensión a “categorizar”, incluso a “categorizar” personas, es casi siempre una bendición. Es lo que nos permite comprender la diferencia entre un conductor de autobús y un pasajero, entre un dependiente de una tienda y un cliente, etc.
El reto no es dejar de “categorizar” sino aprender a ser conscientes de cuándo, al hacerlo, dejamos de ver a un individuo y consideramos las características de un grupo.

Cuanto más interactuamos con individuos y conocemos sus cualidades personales, más munición tiene nuestra mente para contraatacar nuestra tendencia a “estereotipar”.
Los científicos dicen que sin la capacidad para “categorizar” nuestra especie no habría sobrevivido y aún más, sin esa capacidad habría sido difícil sobrevivir incluso como individuo. 




CONCLUSIONES 

Hoy admitimos que debido al papel que desempeñan los procesos inconscientes, la fuente de nuestros sentimientos suele ser un misterio para nosotros. Sentimos muchas cosas que no sabemos que sentimos. Por eso muchas de las suposiciones tradicionales de la psicología no se sostienen.
La verdad real se encuentra en estructuras como el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral y no podemos acceder a ellas desde la conciencia por mucha introspección que hagamos.
Hoy día, la idea que predomina sobre la naturaleza de las emociones es la que sostenía William James al final del siglo XIX, aunque actualizada. Este admitía que recibimos impulsos de curiosidad, éxtasis, temor, ira, lujuria, codicia y otros, que vienen acompañados de cambios corporales como la aceleración de la respiración, o del pulso, o de los movimientos del cuerpo o el rostro. Los cambios corporales siguen directamente a la percepción por los sentidos de un suceso excitante y nuestra sensación de los mismos cambios mientras se producen es la “emoción”.
En la actual concepción, las emociones son como las percepciones o los recuerdos: ¡se construyen a partir de los datos disponibles! Buena parte de esos datos provienen de la mente inconsciente, que procesa los estímulos ambientales recogidos por nuestros sentidos y crea una respuesta fisiológica. El cerebro también utiliza otros datos: expectativas, creencias preexistentes, información sobre las circunstancias del momento. Toda esa información es procesada y el resultado es un sentimiento consciente de emoción.
 La evolución no diseñó el cerebro humano para que se entendiera a sí mismo de manera precisa, sino para ayudarnos a sobrevivir. Nos observamos a nosotros mismos y al mundo y le damos a todo el sentido suficiente para seguir adelante.
Podemos usar nuestra mente consciente para estudiar, para identificar, para explorar nuestras ilusiones cognitivas. Al ampliar nuestra perspectiva y tomar en consideración la manera de funcionar de nuestra mente, podemos alcanzar una concepción más precisa de quiénes y de cómo somos. Pero incluso cuando nos esforzamos por entendernos mejor, no debemos olvidar que, si la imagen del mundo que se forma nuestra mente es equivocada, lo es por una buena razón evolutiva.





REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 

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